miércoles, 24 de febrero de 2010

Visita al médico.

Siempre me ha dado miedo ir a la consulta de un médico, las evito en la medida de lo posible, sólo el olor que hay en el ambiente se me hace insoportable, mi cabeza empieza a pensar sin poderlo evitar y en menos de cinco minutos me mareo.

El otro día tuve que ir a realizarme una analítica de sangre, cuando llegue a la consulta había una chica joven, yo como siempre que me hago un análisis le advertí que tengo las venas profundas, es decir, difíciles de encontrar, que normalmente siempre me sacan la sangre de la mano y que para más inri me mareo, la chica me dijo que me tumbase. Después de realizar las pertinentes comprobaciones, no me encontraba la vena en el brazo ni en la mano, me dijo -eso es que las tendrás contraídas del frío-. Termino diciéndome que lo sentía mucho, pero que no podía encontrármelas y me indicó otro sitio, donde encontraría a una compañera suya con más experiencia.

Y yo allí que me fui, acompañada por Ardorin, que no podía dar crédito a lo que me había pasado. Yo como ya empezaba a encontrarme mal, decidí por no darle importancia e irme al sitio que me había indicado.

Allí me encontré con otra chica a la que le explique lo ocurrido, me tumbó y empezó a decirme lo mismo que la otra, yo mientras tanto pensaba en otras cosas para no marearme y la chica me decía-te acabo de encontrar una vena y ha sido pincharte y ha desaparecido- yo sólo pensaba por favor que acaben pronto, voy a terminar como un colador y encima sin sacarme una gota de sangre, a ver si va a resultar que las pobres se esconden igual que la dueña cuando ve una bata blanca...

Esta semana también me tocaba la visita con la dermatóloga, porque desde hace un tiempo me salio una mancha en la pierna que en poco tiempo había crecido bastante, por no oír a nadie más, me decidí a ir. La dermatóloga cuando la vio, sin decirme nada más, me dice que se tendría que quitar y me pregunta -¿te la quieres quitar ahora?- y yo que soy Doña prisa (ahora entiendo a Pedro cuando compara mi manera de conducir) le digo que si, aprovechando que ya estoy allí.

La médico empieza a llamar a dos enfermeras, y a decirles que traigan formol, hilo de seda,...Yo para mi pienso ¿formol?, y me viene a la cabeza esas películas antiguas donde aparecían dentistas....

De repente me dice que voy a notar un ligero pinchacito, que es la inyección (me cag... en to), al cabo de unos minutos me dice que ya me puedo levantar. Me dice que me ha puesto unos puntos y que lleve una “cosa” a analizar, la cosa en cuestión ¡¡era un trocito de carne mía!!!!, lo que me había quitado, y me lo da así como si nada, en ese momento pienso que menos mal que voy acompañada de mi marido.

En poco menos de una semana me pinchan como un colador y encima me quitan un trocito de carne que yo no había pedido, ni sabia que lo iban a hacer así. ¡Será posible!

Ahora el pobre Ardorin es quien me tiene que curar la herida todos los días, porque yo que soy una hipocondríaca no tengo valor para mirar, él se ríe de mi, pero yo no le encuentro la gracia, me entra verdadera fobia.

Por si acaso en una temporada, me parece que no voy a visitar a ninguno más, quien sabe lo que me ocurrirá la próxima vez, igual me encuentro con House y me dice que tengo Lupus.
 

2 comentarios:

  1. Vaya aficiones que coges...

    ResponderEliminar
  2. De afición nada, porque la necesidad lo requeria, que si no fuera por los demás yo no piso la sala de un médico.

    ResponderEliminar